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Elías Jaua: Evitar que nos siembren la guerra

 

El pasado domingo 3 de mayo del 2020, se produjo un intento de incursión en Macuto, La Guaira,  por parte de un grupo paramilitar organizado, entrenado y dirigido por la empresa  estadounidense SilverCorp, empresa de mercenarios “contratada” por Juan Guaidó para secuestrar o asesinar a un grupo de venezolanos,  teniendo como principal  objetivo al Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros.

Como venezolanos, que sentimos profundamente nuestra Patria, rechazamos con indignación esta afrenta contra la soberanía territorial y la dignidad de Venezuela. Nada la justifica, no hay argumento que pueda explicar el crimen cometido tanto por los actores intelectuales como por los que ejecutaron la agresión armada bajo el comando de asesinos norteamericanos.  Más coraje da saber que Guaidó,  en el referido contrato,  autoriza a los mercenarios  gringos a tomar  “medidas de control necesario para la dispersión de muchedumbres rebeldes”. Es decir, este personaje oscuro de nuestra historia, autoriza a extranjeros a actuar contra nuestro pueblo que se resista, como se va resistir, a la invasión extranjera.

Sin duda, estamos ante delitos de lesa patria que deben ser juzgados por el sistema de justicia, pero más allá deben ser juzgados por la conciencia nacional y registrados, con nombres y apellidos, en la historia de las ignominias que hemos sufrido como pueblo.

Esa conciencia nacional expresada en la valiente acción de los pescadores de Chuao, Cepe y otros poblados de la costa, trabajadores y pobladores de Carayaca y de los efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y demás organismos de seguridad que actuaron en la neutralización del intento de desembarco armado.

Pero más allá,  esa conciencia nacional debe expresarse en la posición firme de la mayoría popular en rechazo al empeño de sembrarnos una guerra en Venezuela, como lo ha expresado el Presidente Maduro.

¡Evitar que nos siembren una guerra! ese pudiera ser el punto de encuentro del Gobierno, los sectores revolucionarios y patrióticos, la dirigencia opositora nacionalista y democrática y a partir de allí encontrar los mecanismos para lo que hemos denominado una regularización soberana, democrática y pacífica del conflicto.

Todos los caminos del origen de esta agresión conducen a la Casa Blanca, pasando por el Palacio de Nariño en Bogotá, aunque cínicamente ambos presidentes lo nieguen. Ellos no van a parar, los únicos que podemos parar esta escalada somos nosotros los venezolanos y venezolanas, desde la unidad nacional en defensa de la independencia y la paz y reconstituyendo el espacio de la política para dirimir nuestras diferencias.

Nuestro pueblo no puede dudar en enfrentar  esta agresión criminal, al igual que no debe vacilar  en rechazar la otra escalada, la de la especulación y atropello capitalista; la de la precarización de las condiciones materiales de vida. No hay contradicción entre luchar por la Patria y luchar por los derechos políticos, económicos y sociales; por el contrario, cuando se fotalece el poder y los derechos populares se fortalece el poderío nacional para enfrentar la intervención extranjera.

Entre tanto, los revolucionarios y revolucionarias debemos elevar nuestra capacidad de interpretar la coyuntura; trabajar en todos los ámbitos para evitar o enfrentar la guerra imperialista; liderizar a nuestro pueblo en la lucha contra las mafias de toda calaña que se aprovechan de estas circunstancias para condicionar o impedir mediante la usura o la coacción el acceso a derechos y servicios públicos; seguir perseverando en el territorio en la construcción de la democracia protagónica, en la  formación  revolucionaria, en el ejercicio ético de la autoridad y  desarrollando todas las iniciativas de producción posible. Son éstas tareas prioritarias en la coyuntura.

Con Bolívar decimos “… Nuestro puerto será la paz”. Por el camino de Chávez ¡La Patria vencerá! ¡No pasarán!