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Earle Herrera: El apagacable

 

El autoproclamado puede jactarse de haber superado al último dictador, el fugaz Pedro Carmona. El decreto de este fue eclipsado en ignominia por el contrato que aquel amarró con Silvercorp en EEUU. El blackout o apagón informativo que la Carmonada impuso el glorioso 13 de abril, el interino de Trump lo acaba de “lavar” con el apagón que la transnacional ATT aplicó a  Directv.

Los apóstoles de la propiedad privada, privaron de su propiedad a los propietarios de antenas, decodificadores y equipos  que le compraron y pagaron a esa empresa, además de un servicio que cancelaban con anticipación. ¡Al carajo Milton Friedman! Los templarios de la libertad de  información conculcaron ese derecho a millones de sus clientes en Venezuela. ¡A la miasma la primera enmienda, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el ajado Pacto de San José.

El apagacable de Guaidó  no sabe qué significa nada de eso, pero su congénito apagón intelectual no lo exime de su cumplimiento ni convierte sus torpezas en alegatos jurídicos. La oposición venezolana  lo asume como su líder porque está a su altura. Este la ha conducido  a proezas que nadie les contaría a sus nietos. Haz memoria: el Cucutazo, que concluyó en el hotel Penélope, con libidinoso olor a muerto y burundanga. El Platanazo, con fuga hacia embajadas previamente encamburadas. Y el Chuazazo o Macutazo, con Rambos y boinas verdes atrapados por pescadores, para ridiculización de Hollywood y desprestigio de  CNN, FOX y la misma ATT,  casa matriz de Directv.

Sacar del cable  a millones de usuarios era una de las opciones que el “líder interino”  se jactaba de tener “sobre o debajo” de la mesa. Washington la acaba de aplicar, aunque el autoproclamado culpa a Nicolás Maduro, su  obsesión cotidiana. Ya lo había acusado del fracaso de Cúcuta y de la pudrición de los plátanos que colocó el 30 de abril frente a La Carlota, sabrá Dios para qué. Otro delito que le carga al Presidente es la insensatez de no haberse dejado asesinar por los mercenarios de Silvercorp.

Si los asesores de este apagacable no se trajeran algo entre manos, no lo dejarían declarar y ni siquiera tuitear. Pero algo raro ocurre en su entorno y en la guarida del G4, donde parece reinar la impaciencia por gritarle a su “líder” self-service: ¡Va fuera del aire!.