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Manuel Taibo: Mercenarios y terroristas financiados por EE.UU

 

—Creemos poder aprender la fe en Dios, el ser cristiano, la sumisión, el vivir junto a Dios, como se aprende el griego, el hebreo, sin ser pedagogo, y teólogo.

¿Creéis ustedes aporreadores en ese individuo inhumano que gobierna en ese país?, ¿debemos permitir que camine por la tierra de Bolívar…? ¿Cómo puede uno convertirse, de la noche a la mañana, en un ser compasivo, bondadoso, franciscano, cuando uno ha vivido contemplando despiadadamente el mundo con ojos de nihilista; cuando se han sentido importantes y egoístas? ¿Cómo es posible torcer una voluntad de acero con un solo esfuerzo de amor a la humanidad? ¿Cómo aprender una fe, de pronto, y fundir su propio “yo” en una fuerza superior y ultra-terrorista?

Se comprende que hay que ir a aprenderla en aquellos mercenarios. Todos esos terroristas no tienen más medios de ver el mundo que los que tiene él, es decir, la pobre razón; Todos esos mercenarios no saben nada sino que sólo preguntan; son hombres. Crean sistemas para el espíritu, pero no una paz para los espíritus inquietos: dan ciencia, pero no consuelo.

Sí, ignorantes, es decir, no deformados por las lecturas, los pobres, los dolientes, los pacientes que trabajan la tierra sin quejarse y que se acuestan en un rincón, como si fueran animales, cuando sienten venir la muerte. Esos que no dudan porque no piensan, la sancta simplicistas, ésos deben tener algún secreto, si no, no se entregarían tan completamente ni se doblaría sin sublevarse para poner el cuello bajo el yugo.

Si el pueblo no tuviera un consuelo, una hierba mágica, no podrían soportar una vida tan penosa y miserable con ese ánimo con que la soportan; bajo esa carga abrumadora de su existencia, deben esconder una fe, algo que les ayude a no caer rendidos bajo esa pesada carga y, por eso, a todo hombre y mujeres de espíritu le ha de acometer el ansía, la impaciencia, por descubrir ese arcano. Sólo de ellos, sólo del “dios-pueblo”, de los sencillos, de los obscuros, de los que trabajan como bestias, puede aprenderse la verdadera vida; sólo de ellos es dado aprender la paciencia y la tranquilidad en el duro destino y en la Muerte, todavía más dura.

¿Pero qué querrá ahora? Le miran con desconfianza, pues verdaderamente ese nihilista disfrazado parece como un espíritu que, para una campaña en busca de ese individuo inhumano, y para su estrategia, va a aprender el secreto de la sumisión. Nunca el pueblo ha podido comprender esa transformación más que como un disfraz. Hacia unas esferas vacías de espiritualidad y que forzosamente le han de ser repulsivas.

Se prepara una nueva Invasión de mercenarios a medida que la expansión de la conciencia, de fascinaciones monstruosas, del sentido equivocado de la libertad, del egocentrismo esterilizador.

Pues nada testimonia que ese “individuo inhumano”, de voluntad gigantesca, el poderoso, el contemplador nihilista del mundo, “cuyos ojos lanzan destellos apenas se le contradice”, se haya convertido nunca realmente, a pesar de su aparente y forzada conversión, en un cristiano bondadoso, suave, amante y social, en un siervo del Señor, en un hermano de sus hermanos.

¡La Lucha sigue!