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Johnny Galue: Venezuela tal como es con el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies

 

El arte de engañar al prójimo, que los estafadores practican cazando incautos por las calles, llega a lo sublime, cuando algunos políticos de éxito ejercitan su talento. En Venezuela, venden los saldos y retazos del país, a precio de liquidación por fin de temporada, como en los barrios de las capitales, los delincuentes venden, a bajo precio, el botín de sus asaltos.

Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en cualquier sitio en Venezuela. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo, unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. Nos entrenan para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.

En Venezuela, se desprecia la honestidad, se castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y se alimenta el canibalismo. Sus maestros la calumnian es la naturaleza, la injusticia, dicen, es la ley natural. John D. Rockefeller solía decir que la naturaleza recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles y más de un siglo después, quienes dicen que son los dueños de Venezuela, siguen creyendo que Charles Darwin escribió sus libros para anunciarles la gloria.

Tenemos muchos cómplices, es un placer denunciarlos y Ustedes les ponen los nombres. Hoy en día, ya no se respeta nada. Antes, poníamos en una tribuna la virtud, el honor, la verdad y la ley. La descomposición campea en la vida venezolana. Donde no se obedece otra ley, la corrupción es la única ley. La corrupción minó este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas. Y según ellos, el País les pertenece, pues lo compraron en una Notaría Cubana y Registrada esta venta en China cuyo título de propiedad fuera otorgado por Rusia.

Alicia en el País de las maravillas, se metió en un espejo, para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en Venezuela, no necesitaría atravesar ningún espejo, le bastaría con asomarse a la ventana.

Colaboraron a sabiendas lo que hacían, y lo hicieron con entusiasmo digno de la mejor cruzada. Leyendo y comentando los hechos, señaló la primera tentativa criminal, la imposición en la MUD de los candidatos a la Asamblea Nacional, de donde sacaron y se repartieron los diputados del COPEI dejando a estos dirigentes Social Cristianos por fuera y sin ninguna representación. También participaron de la maldad, esos mismos, que se negaron a seleccionar a los nuevos integrantes del Consejo Nacional Electoral, se salieron de la MUD y ahora conforman el NUEVO Frente Nacional, y de frente nos llaman pendejos. (Pónganle Ustedes los nombres).

Este Régimen y el mundo, nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo, así practica el crimen, y así lo recomienda. En su escuela, escuela del crimen son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Venezuela el océano del desamparo, se alzan las islas del privilegio. Son lujosos los campos de concentración, donde los del Régimen sólo se encuentran con los poderosos y jamás pueden olvidar, ni por un ratito, que son poderosos.

La prostitución es el temprano destino de muchas niñas y, en menor medida, también de unos cuantos niños. Son incontables los niños pobres que trabajan, en su casa o afuera, para su familia o para quien sea. Y los demás, son los que sobran. El mercado no los necesita, ni los necesitará jamás. No son rentables, ellos empiezan robando el aire que respiran y después roban todo lo que encuentran. Entre la cuna y la sepultura, el hambre o las balas suelen interrumpirles el viaje. La infancia es un peligro. A estos niños se les confisca la libertad, día tras día, este Régimen, y sus cómplices, prostituyen el orden mientras genera el desorden.

En Venezuela, la miseria está rompiendo los lazos de solidaridad y haciendo trizas el tejido social comunitario.