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Ibsen Martínez: El último taladro

 

Hoy leí un desolador reporte de la producción petrolera en Venezuela durante el mes de junio y el misterio de la asociación libre me hizo pensar en la mecha rotatoria Hughes.

El reporte de que hablo lo ofrece un portal imprescindible para los comentaristas de temas de energía: el portal informativo de la Baker Hughes, una afamada empresa de tecnologías petroleras. Allí hacen seguimiento, entre otros índices, del número de taladros activos, o plataformas de perforación, en el mundo. Julio llegó con la escueta noticia de que el último taladro activo en nuestros campos se detuvo a mediados de junio pasado. El primero se echó andar en 1913 y desde entonces la perforación no se había detenido jamás.

Al detenerse el último taladro, la producción de crudo, medida en barriles diarios, había retrocedido ya a los niveles de 1940: menos 300.000 barriles diarios, gran parte de ellos comprometidos en mantener a flote a Cuba y  amortizar la deuda china.

¡El último taladro!, así podría llamarse la novela que narre cómo 20 años del llamado “socialismo del siglo XXI” bastaron para reducir literalmente a escombros una compañía petrolera que, a fines de los años 70 del siglo pasado, en su pico de perforación, producía 3 millones 700 mil barriles diarios.

La incuria y la desinversión explican solo en parte la decadencia operativa y la frecuencia de este tipo de accidente desde que, en 2003,  Chávez despidió punitivamente y en masa, por oponerse a él con una huelga, a la crema de sus gerentes y técnicos. Pero volvamos a mi mecha Hughes.

Si le suena ese nombre ha de ser porque su inventor fue el padre del legendario Howard Hughes Jr., uno de los amantes de Rita Hayworth, dueño fundador de la Hughes Aircraft,  piloto de pruebas de los prototipos monoplazas diseñados por él mismo y productor de cine.  Las ganancias de Hughes Tool Co., la empresa fundada por el viejo Hughes en 1909, hizo posible, entre otros hitos del siglo pasado, el desarrollo turístico de Las Vegas a fines de los años 40, decenas de películas de la legendaria RKO Pictures, la aerolínea TWA y  el módulo de la NASA que posó a Neil Armstrong en la luna.

Cuando el viejo Hughes murió en su oficina de un infarto, en 1924,  ya era dueño exclusivo de más de 70 patentes de diversos equipos de perforación usadas en todo el mundo. Al heredar la compañía, Howard Junior, su único hijo, tenía solo 18 años.

La mecha Hughes, uno de los artefactos que dieron forma al siglo XX y a la civilización basada en los combustibles fósiles, tiene apenas el tamaño de una papelera de oficina de tamaño mediano. El secreto de su éxito radica en la rapidez que imprime al proceso: cuando perforas un pozo y das con un lecho rocoso,  atraversarlo con un taladro cilíndrico con broca rígida, tal como solía hacerse a comienzos del siglo XX, toma muchísimo tiempo.

Esta parte del negocio –perforar hasta dar con el crudo— consume,  además, mucho capital por unidad de tiempo. Una hora de perforación en Texas puede costar un os 250 dólares. Mientras más eficiente sea la mecha, mejor.

La mecha Hughes consiste en dos piezas cónicas, rotatorias y dentadas que, adosadas al taladro,  literalmente roen la roca madre al tiempo que facilitan el desalojo de los ripios de perforación.

En 1934, la Hughes Tool introdujo una mejora crucial añadiendo un tercer cono rotatorio, lo cual permitió perforar cada vez más rápido.  Una leyenda “petrovenezolana” afirma, aunque sin mucho asidero, que la mecha tricónica fue perfeccionada en el campo La Rosa, cerca de Cabimas, en la costa oriental del Lago de Maracaibo.

La Hughes Tool retuvo el monopolio de la patente hasta 1951 y en esos 17 años casi el 100% del mercado mundial fue suyo. La ingeniería de la mecha rotatoria sigue siendo esencialmente la misma aunque ahora las fabriquen con tugnsteno y las guíen por computadora.

Al ascender Hugo Chávez al poder, en 1998, la estatal venezolana tenía 59 taladros en actividad y producía 3.250.000 barriles diarios de crudo.

No tengo noticia de dónde en nuestra geografía podrá estar el taladro con mecha tricónica que se detuvo hace tres semanas pero, sin duda, sus últimos tres chirriantes giros señalaron el fin del siglo petrolero venezolano.