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Rafael Simón Jiménez: China: si no hay leal, no hay lopa

 

Desde que de la mano de Deng Xiao Ping, China logro superar todos los anacronismos, atrasos y perversiones de las distintas etapas del liderazgo de Mao Tse Dong,  el gigante asiático ha logrado crecer a zancadas, bajo la egida de un capitalismo súper salvaje, que junto a las reglas tradicionales del libre mercado practica dumping laboral y ambiental, y  su política exterior alejada de todo belicismo, es una mezcla del viejo colonialismo de las dinastías milenarias con una visión comercial neo imperialista, que condiciona cualquier trato o convenio, a sus intereses y beneficios.

Bajo esos criterios China ha crecido vertiginosamente hasta proyectarse como la gran potencia del siglo XXI, atrás quedaron los memorables  disparates como el gran salto hacia adelante, la Revolución cultural y el oprobioso periodo de la “banda de los cuatro “que dejo un saldo de hambrunas, purgas y rezagos. La China de hoy incrementa día a día sus intercambios comerciales con todos los países de la tierra, sin miramientos ni preferencias ideológicas, sus excedentes monetarios lo convierten en un gran acreedor mundial,  y sus exportaciones hoy desafían cualquier apertura arancelaria, a la par de que sus progresos vertiginosos en materia de innovación tecnológica le han permitido tener cada día mayor competitividad en los mercados internacionales.

Con la sabiduría milenaria, los chinos han podido combinar un capitalismo de libre mercado con un sistema político  de partido único, ahora reforzado por el liderazgo indiscutido de su presidente XI JIM PING, quien ha sabido dar dinamismo a la apertura iniciada a finales de la década de los setenta. En fin de cuentas China alcanzo una presencia y un predominio en el escenario planetario  por la vía del comercio y la competitividad de sus productos, que le estuvo vedada en los años de la locura maoísta, cuando pretendió financiar y aupar aventuras militares en distintos continentes, todas condenadas al fracaso.

En el contexto de la realidad Venezolana, la presencia de China como gran nuevo socio comercial de Venezuela, ha sido motivo de polémicas y aprehensiones, dentro de la terrible polarización que ha caracterizado el debate político. El gigante asiático ha multiplicado su presencia y negocios en distintos sectores económicos nacionales especialmente en el petrolero y minero, lo que ha sido aprovechado por el gobierno venezolano y extrañamente a la par por sectores opositores radicales como muestra de afinidad, identificación o solidaridad con el disparatado y fracasado proceso adelantado durante los últimos veinte años que ha llevado al país a la destrucción y la ruina.

China ha visto en Venezuela, como por ciertos, también  en muchos otros países latinoamericanos, oportunidades de inversión y negocios, dentro de su racionalidad capitalista de obtención de la máxima ganancia. El que pretenda deducir de la presencia China, gestos de apoyo ideológico o de contribución desinteresada al régimen venezolano, no conoce ni las ideas, ni la dinámica, ni el papel cumplido por la potencia oriental en sus relaciones comerciales con el mundo entero.

Algunos desinformados, y otros obnubilados por posiciones fanáticas, se han dejado  influenciar por la propaganda interesada del Régimen Venezolano, que a propósito de la visita del Presidente Maduro y de la vicepresidenta Rodríguez a China, han vendido la idea de que ese país podría asumir el papel de financista del irreal, incoherente y contradictorio plan económico puesto en escena, y que al inspirarse en ideas obsoletas y fracasadas distantes diametralmente del pragmatismo y el realismo de los chinos, está condenado de antemano al fracaso.

En dos líneas básicas, se han desarrollado las relaciones comerciales CARACAS-BEIJING, durante el tiempo del gobierno Chávez –Maduro. La primera en la apertura de grandes créditos destinados a financiar proyectos o importaciones de materia prima o bienes de consumo provenientes de la potencia asiática, todos los cuales están atados a la adquisición de sus mercaderías e incluso a la contratación de mano de obra provenientes de China. El segundo aspecto de la relación, lo constituye el llamado Fondo Chino-Venezolano, fundamentado en la venta a futuro de petróleo nacional, a cambio de líneas de adelantos de cantidades en divisas, sobre las cuales se fijan modalidades  para su amortización tanto en cantidad de petróleo como en los precios del crudo. Primero la caída de los precios petroleros y más tarde, la postración productiva de PDVSA  resultantes del saqueo Rojo, le han impedido al gobierno venezolano cumplir sus pagos oportunamente, teniendo que recurrir a diferentes moratorias y  diferimientos otorgadas por el gran acreedor.

Resulta por tanto sencillamente increíble que un gobierno depredador y maula, que se encuentra en diversas formas de default en sus compromisos financieros internacionales, vaya a obtener nuevas líneas  de crédito de un País como China cuyo éxito que le ha permitido hoy disputar el rol de primera potencia económica mundial, ha sido precisamente el de regirse y practicar las reglas inexorables del mercado y la lógica capitalista. China como todo país en sus relaciones internacionales puede si, otorgar refinanciamiento de las obligaciones vencidas y pendientes e incluso otorgar nuevos préstamos comerciales que no implican en ningún caso desembolsos de dinero, sino  facilidades para la colocación de sus productos de exportación.

El que piense que las relaciones de China con Venezuela descansan en algún respaldo al gobierno de Caracas, sencillamente no entiende que esa gran potencia hoy como nunca proclama la filosofía de sus primeros emigrantes establecidos en estas tierra, cuando los clientes de sus tintorerías le pedían crédito, para  sacar sus vestimentas, y estos contundente e inexorablemente le contestaban: Si no hay leal, no hay lopa

 

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