Ciertamente, la misteriosa deuda con el imperio chino se estima extraoficialmente en 50 mil millones de dólares. Estas cifras conservadoras contrastan con el empobrecimiento y famebilidad de los venezolanos.
Básicamente, si dividimos la deuda con el imperio chino entre 30 millones de venezolanos, el cociente resultante es 1.600.000 $, o sea, cada venezolano que valla naciendo le deberá a los camaradas chinos esa cantidad.
Es imperdonable, que nuestros inocentes herederos al nacer, tengan que cargar con esta cruz acuesta. No es justo venir al mundo a pagar los errores de un gobierno caracterizado por sus crónicos desaciertos.
Todos los ciudadanos de los países productores de petróleo viven holgadamente, sin sobresalto, con la excepción de Venezuela. La facturación por la venta de crudo y productos refinados durante este siglo ha sido astronómica, El precio más alto del petróleo logrado en julio 2008 (más de 140 $/barril) lo corrobora.
No es ético lo que está haciendo el imperio chino con el gobierno venezolano. Aprovecharse de la ambición e ignorancia supina no es bien vista por la gente de honor. Los camaradas Chinos han consentido una ideología devoradora del erario público. Nadie duda de lo brillante e inteligente que es este país asiático. En esta relación prevalece la frase “los negocios, son los negocios”.
Los venezolanos no debemos permitir que sigan endeudando a nuestra descendencia sin justificación alguna. El oficialismo no explica ni detalla el mono con los chinos.
Actualmente, nos caracterizamos como un pueblo empobrecido, sin comida, sin medicinas, desesperada migración hacia nuestros países hermanos, deplorables servicios públicos, inflación al garete y una corrupción cómplice e impune.
¿Quienes se han beneficiado de esa deuda?. No aceptamos que sigan endeudando a nuestra descendencia en nombre de una ideología amorfa, ególatra, prejuiciada y saqueadora de nuestras riquezas.