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Ramón Guillermo Aveledo: Amanecer de libertad

 

El amanecer del 23 de enero de 1958 fue el primer impacto de la política en mi vida. Tenía siete años y no comprendía cabalmente aquella inmensa explosión de júbilo dentro y fuera de mi casa. En la puerta me paré con una banderita que hice coloreando una página de mi cuaderno Moderno de dibujo, a ver pasar el gentío gritando y cantando. Parecía el país entero. En esos años no había encuestas, a diferencia de ahora. De seguro había partidarios de la dictadura que caía, pero estaba claro que eran muchos menos de los que se hubiera pensado apenas unas semanas antes. Una parte hizo mutis y la otra se cambió, que no es raro. Saltó la talanquera, se dice ahora. Y lo que parecía un edificio sólido y enorme, se derrumbó.

Apenas el 15 de diciembre, el Presidente había sido reelecto para el período 1958-1953. La conclusión de su primer mandato y la obligación de elegir un nuevo gobernante estaban pautadas en la constitución. La que ellos mismos habían aprobado en 1953 en la Constituyente a su medida. Pero llegado el momento, el pequeño grupo en el poder le tuvo miedo al pueblo de verdad. Ya no confiaba en lo que serían capaces de decidir los venezolanos en el secreto de su voto. Entonces inventaron una ley sancionada a toda prisa, literalmente de un día para otro, para burlar la disposición constitucional a través de un simulacro de votación, con reglas manipuladas cuyo resultado fue abrumadoramente favorable al continuismo y así lo celebraron en palacio y en los círculos de los adulantes y los favorecidos. “Enchufado” era una expresión que no se usaba. Arbitrariedad, fraude, corrupción, vergüenza. Era demasiado. Y ya Venezuela había perdido el miedo.

Los partidos debilitados, perseguidos, golpeados por la represión y silenciados, tenían encarcelados, exiliados y muertos, dejaron atrás viejas rivalidades. Se unieron. Así  estudiantes, profesores universitarios, empresarios, profesionales, trabajadores y en este caso conste que sus organizaciones legítimas también eran perseguidas y sólo se permitía un dócil sindicalismo oficialista. El descontento militar tenía varias corrientes. El 1 de enero hubo un alzamiento significativo. Los mandos más altos decidirían ponerse al frente. Sí. Ese sector que había respaldado al régimen en cuya instauración había sido factor decisivo en 1948 y 1952. En tres semanas el dictador tuvo que irse. En el Caribe lo acogió un dictador amigo.

Aquí amanecía la libertad.

 

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