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Rafael A. García: ONU, OEA, UE y sus intolerables descuidos

 

Una Visión…

Hoy en día en nuestros tiempos de reaperturas de viejas y nuevas fronteras, en la cuales las noticias recorren el globo en cuestión de segundos, el hombre no tiene verdadera conciencia de los asesinatos que se cometen en nombre de revoluciones, ideologías, religiones o partidos políticos, y que pasan a convertirse en una página más de un nuevo libro de historia. Ante un ser humano cada vez más insensibilizado a lo que ocurre a su alrededor. Pero, las victimas también buscan justicia. Los protagonistas de estas lamentables historias también procuran no quedar en el olvido. Por eso esperamos que sin que nos anime ningún espíritu revanchista los infames asesinatos cometidos en estos días por el régimen  sin razones reales no se queden en el olvido. Y apelare a algunos antecedentes históricos, uno de los primeros asesinatos en masa, y que es citado como el inicio de crímenes del genocidio en la historia contemporánea, fue perpetrado por Turquía, en contra de los armenios. La anarquía interna que vivía el Imperio Otomano para principios del Siglo XX, desencadeno en la caída del Sultán en 1908, que fue sustituido por un grupo militar conocido como los Jóvenes Turcos, comandados por Mustafá Pashá, yamado Atatürk padre de los turcos, venerado héroe nacional de ese país.  La primera acción de lo que sería el primer gran genocidio del Siglo XX, se yevó a cabo el 24 de Abril de 1915, cuando 600 notables armenios fueron detenidos y asesinados en Estambul. Uno de los incidentes más desagradablemente recordado en la capital turca, Angora, donde todos los armenios entre 15 y 70 fueron arrestados y trasladados en caravanas rumbo a Cesárea; fueron interceptados en un valle apartado por campesinos  que los asesinaron con martillos guadañas, hachas y picos. Los pocos que sobrevivían a los ataques perecían de hambre, sed o calor o eran ejecutados por los gendarmes  turcos que vigilaban las marchas. Aún se discute la cantidad de muertos. Cálculos recientes la ubican entre un millón 100 mil, es decir, casi la totalidad de una población Armenia de 2 millones y medio de habitantes. Los gobiernos turcos que se sucedieron desde 1920 hasta el presente han preferido guardar ominoso silencio sobre la masacre y descuidar su responsabilidad en el tema, y volver a pesar de una aparente democratización a teñir el país de sangre de inocentes víctimas por el solo hecho de elevar la voz exigiendo  respeto a su libertad. La historia de la región de los Balcanes especialmente en la última década del Siglo XX , estuvo marcada por la sangre de los Servíos y Croatas trenzados nuevamente en combate desde 1991, solamente entre 1991 y 1994 murieron aproximadamente 400 mil personas y casi tres millones quedaron bajo la penosa condición de refugiados, después de la destrucción de los pueblos que habitaban, mientras en Europa se sentían las secuelas de este conflicto, en un pequeño país de África Central elementos étnicos y políticos se mesclaban con ilimitada sed de venganza para dar inicio a uno de los más cruentos derramamientos de sangre en el continente africano que se recuerde: Ruanda colonia belga tras finalizar la primera guerra mundial, en Ruanda se destacaban dos grupos étnicos fundamentales: Hutus y Tutsis.  A pesar de ser minoría, los Tutsis recibían apoyo de sus colonizadores los belgas, quienes se habían encargado de ampliar la brecha entre las dos etnias estableciendo diferenciaciones, muchas veces inexistentes.  A principios de la década de los 70, más de 15 mil Tutsis huyeron de Ruanda a naciones vecinas, luego que los Hutus intentaran por la fuerza arrebatarle parte del  poder que ellos poseían. Los que quedaron en territorio ruandés fueron despojados de sus privilegios durante el gobierno de Juvinal Habyarimana, instaurado en 1973. Dos años más tarde, el 6 de Abril de 1994, el avión en el cual viajaban los presidentes Habyarimana y su homólogo de Burundi, cayo derribado en misteriosas circunstancias. Y al día siguiente se desató la matanza. Los Tutsis se les empezó a yamar “cucarachas” por la radio oficialista, fueron segregados y asesinados a machetazos por las milicias Hutus conocidas con Interahamwe. El genocidio que empezó en la ciudad de Kigali, se expandió con asombrosa rapidez al resto del país y afectó no solamente a los Tutsis sino también a los Hutus moderados o colaboracionistas. Dos semanas después se habían contabilizado cerca de 250 mil personas asesinadas en el país. Lo caótico del proceso hace difícil el cálculo del número de víctimas al final del conflicto. No obstante, se estima cerca de 800 mil personas masacradas, en su mayoría Tutsis, cuya población de sobrevivientes se infiere en 150 mil. Dos décadas antes, a varios kilómetros al oeste de Ruanda, otras razones “políticas” dieron lugar a un segundo genocidio a mediados del Siglo XX. En Nigeria el teniente coronel Ojukwu, perteneciente a la etnia Ibo, declaró la independencia de Biafra, al sureste nigeriano, en 1966. Como respuesta al golpe de Ojukwu, el gobierno nigeriano emprendió al año siguiente una cruenta guerra que implicó el exterminio de más de un millón de Ibos-etnia cristiana mayoritariamente de la región.  Otro grave conflicto y para inaugurar el milenio, tiene lugar en la región de Darfur desde 2003, cuando un grupo rebelde inicio ataques contra blancos del gobierno Islámico, acusándolos de maltratos a la población negra cristiana del país. Como respuesta, el gobierno Sudanés emprendió lo que ha sido denunciado como una limpieza étnica a cargo de fuerzas árabes leales, conocidas como los Janjaweed, que han desplazado de sus hogares a 2 millones de personas y han ocasionado la muerte de por los menos unas 200 mil personas. Sin embargo, pese a las características de los crímenes cometidos por los Janjaweed y las consecuencias que esto tiene para las poblaciones desplazadas, los organismos internacionales  se negaron a calificar los sucesos de Darfur como “genocidio” por una razón meramente técnica. Si la ONU reconocía que en el Sudan estaba ocurriendo un crimen de tal naturaleza, los países que firmaron la Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio en 1948, se veían obligados a actuar militarmente para detener ese tipo de acciones. “Mientras la comunidad internacional intentaba un acuerdo sobre las sanciones que se le impondrán al gobierno Sudanés, los civiles de la región aun hoy siguen muriendo a causa del hambre y las enfermedades, y el resto del mundo observa, impávido, lo que todavía ocurre en Sudán, como observó lo que ocurría en Ruanda, en Yugoslavia y Armenia. Y como observaron, igual de impasible, el ascenso de la maquinaria roja y de la maquinaria nazi y las atrocidades cometidas por ellas, como hoy se repiten evocaciones  y aferentes acuerdos siguen en su histórica conducta impasibles frente a las atrocidades del régimen de Maduro, unos que otros apagados yamados,  siempre que al fin actúan es cuando es demasiado tarde. Nuestra dificultad real estriba en que tenemos públicos y reiterados testimonios jamás desmentidos de que los actuales gobernantes evadieron siempre los cauces institucionales, en su estrategia subversiva para apoderarse del poder como un botín. Es urgente la vertebración un frente amplio político- social tantas veces enunciado como alternativa real histórica. Los partidos políticos de corte ideológico a los cuales reconocemos se debe la modernización la política venezolana lucen hoy anoréxicos, fragmentados, amenazados por el morbo tradicional de las apetencias personales y grupales. En los eventos en desarrollo han sido yevados nariceados por el régimen, sin fuentes ideológicas y programáticas, lucen sus cauces secos, lo que podría condenarlos a una evaporación. Quiera Dios que los causes resecos no recuperen su caudal con torrentes de lágrimas y de sangre.

“La Diplomacia, es el arte de limitar el poder” Henry Kissinger.

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