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Colombia, política y petróleo

 

En Colombia está ocurriendo lo imposible, está volviendo la política y lo está haciendo con un vuelo tan elevado como el cerro Monserrate. Los alternativos, las izquierdas y los progresistas, partidos y organizaciones sociales, personalidades y colectivos, han construido espacios para el encuentro, para el acuerdo, para la unidad, por un propósito que los transciende en sus particularidades y pareceres, la paz.

Ylich Carvajal Centeno

Antanas Mockus y Gustavo Petro, por ejemplo, que no tienen nada que ver, que tienen orígenes distintos y si se quiere antagónicos, visiones y proyectos disímiles, acuerdan derrotar la violencia y la posibilidad de retroceder a la guerra a punta de votos, sin renunciar a sus ideas, sin negar sus diferencias, pero poniendo a Colombia por encima de todo.
En Venezuela, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), cuyos miembros tienen un mismo origen y comparten visiones y proyectos, pero que no pudieron encontrar la unidad requerida para derrotar a punta de votos a Nicolás Maduro, apuesta por el triunfo de Iván Duque, el candidato de Álvaro Uribe, en las elecciones del domingo que viene, como un aliado para derrocar al Presidente reelecto.
En Colombia, la campaña de Duque contra Petro se ha centrado en tacharlo de “castrochavista”, un término acuñado por la MUD más recalcitrante. Asegura que como presidente Petro haría expropiaciones y convertiría al vecino país en otra Venezuela.
Pero puestos a ver podría resultar lo contrario. Un triunfo de Iván Duque puede terminar de atornillar y galvanizar a Maduro en Miraflores. Sería el argumento irrefutable o la excusa perfecta, si prefiere, postergaría cualquier otro debate, atenuaría los disensos, obligaría a buena parte del país y en especial a las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas a cerrar círculo entorno al Presidente de la República por las amenazas que contra Venezuela ya ha proferido el candidato Duque y su patrón.
Alguna gente creía que Donald Trump fulminaría a Maduro con par de sanciones y en verdad no ha podido ni echarle de la OEA. Créanme, lo más letal que hay contra Maduro es la política, abandonar los tremendismos, lo extremismos de 360 grados y hacer política, si es posible, de orfebrería.
Cuidado si un probable triunfo de la coalición por la paz que encabeza Gustavo Petro, que viene subiendo como el Magdalena en invierno, pone las relaciones entre Colombia y Venezuela en una perspectiva distinta, fuera de la polarización en la que prefiere moverse el Gobierno, fuera de los antagonismos irreductibles que lo sedimentan todo.
Hay gente que desdeña la política porque la considera “habladera de paja”, porque obliga a dialogar, a reconocer a los adversarios como tales y no como un enemigo a eliminar. Porque tiene sus ritmos, casi siempre sincopados y obliga a un manejo del tiempo en el que hay que saber ensamblar la historia, el sentido del momento y la prospectiva. Hay gente que simplemente no puede con eso y opta por la fuerza, por la violencia, por el ahora o nunca. En el mejor de los casos, se pierden a mitad de camino y entonces no saben qué hacer.
El caso de la MUD en la política es más que evidente, son rehenes de sus propios tremendismos, se fueron a un extremo del que todo resulta estar lejos. Así inicia la soledad. Pero al Gobierno le sucede otro tanto en la economía. Son rehenes de un discurso que no se corresponde ni con su historia, ni con el momento y que, francamente, no tiene futuro. Una prueba de ello es que la dirigencia chavista dentro y fuera del Gobierno habla de una “Venezuela post petrolera, post rentista” porque cayeron los precios y el socialismo, tal como ellos lo conciben, sólo es posible con el barril a 100 dólares.
El Gobierno no podrá darle respuesta acertada y oportuna a la crisis económica hasta tanto no se percate que la crisis reclama acciones que están más allá de los límites de su discurso político y económico. ¿Cómo decirlo? Es como creer que los referentes de lucha del chavismo están en la Sierra Maestra o en la quebrada de El Yuro y no en Lagunillas y Punta de Mata, en Jusepín y Cabimas.
El presidente Maduro ha hablado de “un nuevo comienzo”, de empezar otra vez, desde el principio, pues bien los tiros siempre han venido por el lado del petróleo, desde Cipriano Castro hasta Isaías Medina, desde el maestro Gallegos hasta el 27 y 28 de febrero, desde el golpe petrolero de 2002 de la “Vieja Pdvsa” hasta el descalabro improductivo de la “Nueva Pdvsa”. Por allí hay que empezar y esta vez sí de verdad con los trabajadores, los que abren y “encuellan” pozos, los de los portones donde nacieron las luchas que son los referentes del chavismo.

 

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