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Nicolás Maduro se metió en un laberinto del cual quizás ya no pueda salir jamás

 

Nicolás Maduro tuvo varias oportunidades para rectificar el rumbo que inició Hugo Chávez en 2003 con los controles de cambio, de precios, las expropiaciones y la corrupción a escala sideral. Ya es demasiado tarde. Aquellos polvos trajeron estos lodos, y la hiperinflación es un fenómeno que golpea en el estómago de oficiales y soldados de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana no beneficiados con prebendas directas. Aislado a lo interno y a lo externo, Maduro apela a los colectivos como última línea de defensa frente a una oposición que ya se prepara con el fin de tomar el Palacio de Miraflores, y que exige a los militares no reprimir y desconocer al régimen.

El juego no se termina hasta que se termine. Ni Maduro ha sido desalojado del poder ni Juan Guaidó ha sido derrotado. La lucha entre ambos sectores en pugna -la civilización contra la barbarie- parece comenzar a tocar un nuevo punto álgido y quizás definitorio con la marcha que Guaidó prepara con el objetivo de tomar el Palacio de Miraflores. Una marcha, dice el presidente interino, que será convocada desde diversos puntos de la capital y que hasta ahora, no tiene fecha definida.

Independientemente de lo que ocurra con la estrategia del cese de la usurpación que ha puesto al régimen comunista en posición de defensa y contra las cuerdas en reiteradas oportunidades, Nicolás Maduro sabe y entiende que se ha quedado solo. Que los mandos medios y bajos de la Fuerza Armada no lo acompañan. Que hay descontento y que ese descontento no ha podido convertirse en un bloque sólido porque la infiltración cubana en el estamento militar ha sido hasta ahora efectiva. Que la economía es un polvorín que puede provocar un estallido en cualquier momento. Y que no hay legado de Hugo Chávez defendible: los apagones, la miseria y el hambre son el producto del teniente coronel que irrumpió contra un presidente legal y legítimo en una madrugada maldita el 4 de febrero de 1992.

De ese laberinto de aislamiento, del pánico a ser traicionado, de un país que reclama libertad y de la comunidad internacional que mueve sus piezas a paso lento pero seguro, Nicolás Maduro quizás no pueda salir jamás. Más temprano que tarde, tendrá que desalojar el poder para que los venezolanos inicien el duro trabajo de la reconstrucción de todo aquello que se perdió en 20 años de tiranía comunista.

El Cooperante

 

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