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Jesús Alberto Castillo: Casos importados

 

Me perdonan los defensores del régimen pero no somos estúpidos. Diariamente Maduro y los hermanos Rodríguez se han empeñado en decirnos, al reportar las cifras de contagiados por coronavirus, que hay “tantos casos importados y otros comunitarios”. Un falso positivo que intenta hacerle creer a los atribulados venezolanos que hay dos tipos de contagio. Uno que proviene del exterior y otro que se produce en el país. Para el buen entendedor pocas palabras. El problema no estriba dónde contrae el virus la gente, sino cómo evitar su contagio y propagación. Al final y al cabo, el coronavirus es importado porque vino de Wuhan, China, y se extendió al resto del mundo por negligencia del partido comunista que controla el gobierno de ese país asiático. Pasaron dos meses desde la detección del epicentro hasta que los líderes chinos decretaran la cuarentena. Por eso el régimen de Maduro pretende borrar de la memoria colectiva venezolana ese episodio. Eso sería peligroso para los intereses de la “revolución” de los pueblos.

En el fondo la bestial propaganda oficial busca culpar a los gobiernos de Colombia, Ecuador y Perú de propagar el virus en Venezuela, mientras “el presidente obrero”, Nicolás Maduro, se faja en la lucha contra este coronavirus. No nos extrañe ahora que cada día los voceros oficiales comiencen a anunciar aumentos significativos de contagio para justificar la prolongación de la cuarentena, la cual le ha servido de oxígeno para alargar su agonía. Es una opinión nuestra, por si acaso. Uno se pregunta, entonces, ¿Qué pasó con el cerco epidemiológico anunciado con bombos y platillos por Maduro en las fronteras venezolanas? Se supone que si se estuvieran aplicando los controles en esas zonas no deberíamos tener “casos importados” de Brasil y Colombia. En dos platos, el bendito cerco fronterizo es puro cuento de camino. Una improvisación más de un régimen que solo sirve para alienar las mentes del colectivo nacional.

Como no somos lerdos suponemos que los voceros seguirán manejando a su conveniencia las cifras de contagio para tener en vilo a la población. Es el plan perfecto para seguir manipulando y tener confinada a la gente. El régimen se siente acorralado y sin posibilidades futuras de ofrecer mejor calidad de vida a la población. Por eso pretende un escenario de desmovilización social ante la espantosa crisis económica que tenemos (falta de gasolina, hambruna, desempleo, hiperinflación, escasez de alimentos, etcétera).  Además, alimenta un discurso nacionalista cuando inculpa al gobierno de Estados Unidos de aplicar sanciones al pueblo venezolano, producto de la “guerra económica”, y propiciar una incursión mercenaria para sacar del poder a Maduro. Valdría la pena preguntarnos ¿Si el capitalismo no es la alternativa del mundo, cómo es posible que tenga tanta influencia en Venezuela, gobernada por un régimen que se jacta de llevar “la felicidad suprema” a la población?

Todo es una farsa discursiva de una clase política que se aferró al poder, gracias a una portentosa maquinaria propagandística, pero que ha condenado al pueblo a las más denigrantes condiciones de vida.  Así funcionan los regímenes totalitarios donde la voluntad del pueblo es la que impone la cúpula partidista y militar que gobierna, mientras someten a la dependencia estatal a toda la población para encadenarla a la miseria humana. Por ahora habrá que esperar el desenlace de la pandemia y del comportamiento de las fuerzas políticas (gobierno y oposición). Mientras tanto, la desesperación comienza a hacer mellas en la psiquis colectiva, por la cuestión del hambre y baja calidad de vida. No nos extrañe, entonces, que el régimen siga sacando cartas bajo de la manga para embelesar a algunos incautos de la “revolución bonita”. Uno de ellos es el famoso bono “Quédate en casa”. Pero cómo dice el viejo refrán: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. ¡Amanecerá y veremos!