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Hildegard Rondón de Sansó: “Nueva visión de los motociclistas”

El vehículo más “popular” en ciudades con tráfico muy fuerte y regulaciones benévolas en materia de infracciones, es la moto o motocicleta. Cuando decimos “popular” utilizamos el adjetivo en el sentido de un objeto que es conocido por todos y que es idóneo para ser utilizado por numerosísimas personas. Podría pensarse que la motocicleta es una variedad de las bicicletas, a pesar de que los diccionarios que aluden a tales vehículos no las relacionan.

La motocicleta ha tenido diferentes versiones a lo largo del tiempo, en forma tal que, la primera de ellas fue la inventada por Sylvester Howard Roper en 1823, mediante la colocación de un motor de cilindro a vapor accionado por carbón. En 1885 apareció una moto con cuatro ruedas y motor de combustión interna y en 1902 surgió la “Scooter” de dos ruedas, inventada por el francés Georges Gauthier, que permitía al conductor estar sentado en lugar de colocarse a horcajadas.

A diferencia de ello, la bicicleta, vehículo movido por la fuerza del hombre, existe desde mucho antes y hay quien afirma que, en el año 1490, en la obra “Codex Atlanticus” de Leonardo Da Vinci hay un boceto de una bicicleta con transmisión de cadena, impulsada por unos pedales, comprobándose, sin embargo en 1997, que Leonardo Da Vinci nunca inventó semejante artilugio, sino que se trató de una broma que fue descubierta en dicho año, al demostrarse que el dibujo que aparece en el Codex era una falsificación.

¿A qué viene este estudio de los orígenes de la motocicleta? Viene de una experiencia personal que podría considerarse anecdótica. Citada para una importante entrevista a las 8 am; a pesar de haber salido de mi casa a las 7:15 am, al ver mi reloj me enteré que faltaban 15 minutos para las 8 y tenía que superar una larga cola, a la cual seguía, una calle bloqueada, que era la vía para llegar a mi destino.
A pesar de que me había puesto un elegante traje con altos tacones de complemento, la única posibilidad que atisbé de llegar puntualmente a mi cita era subirme a un moto-taxi. Fue así como tuve la oportunidad de conocer en forma personal uno de los “héroes” que manejan tales vehículos que, en su rápida carrera en la dirección correcta o en la contraria; por la calle o por las aceras; en las vías abiertas y en las bloqueadas, logró que llegara a las 8 menos 2 minutos.

Mi experiencia me enseñó que las motocicletas poseen un enorme poder de desplazamiento, debido a su limitado tamaño; tienen también, la posibilidad de desarrollar altas velocidades, pero lo más importante es el sujeto que las maneja, es decir, los motociclistas que, critíquese lo que se desee, no puede negárseles, que son los más hábiles choferes existentes. Naturalmente que hay una cierta condición suicida en la figura, por cuanto llegar a ciertas velocidades sin otra cobertura que un casco en la cabeza, es temerario.
Es cierto también que la mayor parte de los accidentes viales, un porcentaje muy elevado de ellos, presenta como protagonistas o víctimas, a un motociclista; asimismo las normas fundamentales de tránsito, como lo son la atención a los semáforos; el adelantamiento de los vehículos y otras reglas, son, en su mayoría, desacatadas por los motociclistas, pero esto no es un defecto imputable solo a ellos, sino que es una falta de control de las autoridades. La moraleja es que hay que aprovechar la posibilidad de los motociclistas de movilizarse con habilidad y rapidez, para otorgarles un régimen especial a las rutas que deben utilizar y una protección de igual naturaleza a los servicios que realizan.

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